Carta de Madre Pía
a la mamá de María Gabriela para anunciar su muerte

 

“Querida Señora,

¡Con cuánto deseo esperará mi carta! ...

Desde el jueves 20 María Gabriela tuvo un leve empeoramiento. Ya desde Pascua ella se desvelaba por la noche a pesar de la pena que sentía por molestar.

El jueves a medianoche le llevamos la S. Comunión, como también el viernes, temiendo que su momento estuviera cerca...
El sábado por la mañana tuvo la mejoría que precede a la muerte.

Luego empezó a sufrir mucho ya que su cuerpo, (tenía sólo 25 años...), opuso una fuerte resistencia.

Pero sufrió con mucha mansedumbre consintiendo en los actos de aceptación y de amor que se le sugerían.

El sábado por la tarde padecía mucho, era plenamente conciente. Pidió, con aquel hilo de voz que apenas se comprendía: “la Comunión si se puede, ...si se puede...”. Le fue traída ahora como viático.

Se repuso un poco, pero por toda la noche quedamos con ella en la enfermería dos hermanas y yo. Y quiso también quedar, a pesar de su tarda edad, el Padre Capellán que la acompañó hasta el último momento. Al medio día de aquel sábado vino, providencialmente, el padre Abad, nuestro superior, acompañado por el Procurador de la Orden, y también el Obispo a quien yo propuse dar una bendición a nuestra enferma. Con mucho gusto la bendijo y se encomendó a sus oraciones.

Por toda la noche Gabriela sufrió mucho pero como una corderita.

Rezando el oficio de Matutino, se tranquilizó completamente, volviendo a respirar normalmente, con una expresión de niña. Quedó así por más de una hora, luego el sufrimiento volvió, y vino el padre capellán por si quería recibir a Jesús.
Se calmó, sonriente, y por todo el tiempo de preparación y agradecimiento repetía: “¡Como es bueno el Señor!”

Aunque agravándose, incluso así, sufriendo mucho, era siempre dulce, modesta y llena de dignidad... sonreía como podía y besaba el crucifijo cuando se lo ofrecíamos.

A las 4 hrs. de la tarde fuimos todas a rezar vísperas quedando con ella sólo la enfermera, entonces entró en agonía...

Después de vísperas fuimos a la enfermería con toda la comunidad, vino el P. Capellán...

Tenemos la costumbre de tocar las campanas para la agonía con cierto sonido pero se equivocaron y escuché las dos campanas del monasterio tocar a fiesta, era una fiesta de bodas.

A las cinco y media tranquilamente no respiró más, bajó los párpados como cuando, no pudiendo hablar hacía el mismo gesto para decir que sí, ...ya estaba con su Señor que amó tanto hasta ofrecer el sacrificio de su joven vida por la unidad de la Iglesia.

 


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