Biografía de María Gabriela Sagheddu

 

María Sagheddu (1914-1939) nació en Dorgali (Cerdeña), en una familia de pastores.

Los testigos de su infancia y adolescencia nos hablan de un carácter obstinado, crítico, contestatario, rebelde, pero con un fuerte sentido del deber, de la fidelidad, de la obediencia, a pesar de su apariencia contradictoria : "obedecía refunfuñando, pero era dócil", "decía que no, y sin embargo, iba inmediatamente", dicen de ella.

Lo que todos notaron fue el cambio que tuvo lugar en ella a los dieciocho años : poco a poco se fue haciendo más dulce, desaparecieron los estallidos de ira, adquirió un perfil pensativo y austero, dulce y reservado, crecieron en ella el espíritu de oración y la caridad; apareció una nueva sensibilidad eclesial y apostólica; se incribió en la Acción Católica.

Claustro del Monasterio Trapense de Grottaferrata

Nace en ella la radicalidad de la escucha que se entrega totalmente a la voluntad de Dios. A los veintiún años decide consagrarse a Dios y, siguiendo las indicaciones de su padre espiritual, entró en el monasterio de Grottaferrata, comunidad pobre de medios económicos y de cultura.

Su abadesa, M. Pía Gullini, era una persona de gran sensibilidad y de un fuerte deseo ecuménico.

Después de haberlos asumido en su propia vida, los había comunicado también a la comunidad.

Cuando M. Pía, a petición del Padre Couturier, presentó a las hermanas la demand

a de oraciones y sacrificios por la gran causa de la unidad de los cristianos, Gabriela se sintió rápido impulsada y empujada a ofrecer su joven vida.

"Siento que el Señor me lo pide"-confía a la abadesa - "me siento impulsada incluso cuando no quiero pensar en ello ".

Madre Pía Gullini
(1892 – 1959)
A través de un camino rápido y directo, entregada tenazmente a la obediencia, consciente de su propia fragilidad, completamente empeñada en su único deseo : "la voluntad de Dios, su gloria", Gabriela alcanza aquella libertad que la lleva a conformarse con Jesús que, "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin". Ante la laceración del Cuerpo de Cristo, advierte la urgencia de la ofrenda de sí, cumplida con una coherencia fiel hasta la consumación. La tuberculosis apareció en el cuerpo de la joven hermana, hasta entonces sanísimo, desde el día mismo de su ofrenda, llevándola a la muerte trás quince meses de sufrimiento.

La tarde del 23 de abril Gabriela concluyó su larga agonía, completamente abandonada a la voluntad de Dios, mientras las campanas tocaban a rebato, al terminar las vísperas del domingo del Buen Pastor cuyo Evangelio proclamaba : "Y habrá un solo rebaño y un solo pastor". Su ofrecimiento, incluso antes de su consumación, fue recibido por los hermanos anglicanos y ha encontrado eco en el corazón de los creyentes de otras confesiones. La afluencia de numerosas vocaciones es el don más concreto de Sor María Gabriela a su comunidad.



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